Lo primero que me vino a la cabeza después del pitido final del árbitro, es la idea de que a veces el fútbol es justo. Y el sábado pasado lo fue. Si alguien hubiera escrito un guión sobre la historia Mourinho – Preciado, lo hubiera hecho con un final muy parecido al acontecido en el Bernabéu. Para mas inri, Miguelito de las Cuevas, un ex-colchonero, fue el encargado de dar el golpe de gracia a los merengues. Todo se unió para acabar con las pocas aspiraciones del Madrid en la liga y el récord de nueve años de imbatibilidad de los equipos de Mourinho como locales.
Y es que el Madrid hizo mucho para que ocurriese lo que pasó. Las lesiones, más la ausencia por sanción de Alonso, hicieron que los blancos perdiesen la poca identidad futbolística de la que habían hecho gala durante la temporada. Y si a eso añadimos, los cambios estrambóticos que le dieron por hacer al portugués, no es de extrañar que fueran incapaces de marcar un solo gol al equipo asturiano.
El Sporting de Gijón por su parte, planteó un partido muy parecido al que le hizo al Barcelona en El Molinón. Líneas muy juntas atrás, golpear arriba con velocidad y con transiciones rápidas de balón, y no perder balones en el mediocampo para evitar los contragolpes. Lo llevaron todo a cabo a la perfección, con el acierto de cara al gol que necesitaban y la suerte que acompañó a Juan Pablo en cada acción. El conjunto asturiano arrebató tres puntos de un partido que contaban con perder, lo que les deja mas cerca del objetivo de la permanencia.
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