lunes, 9 de enero de 2012

Cristiano llora sus penas en medio de la alegría blanca

El ser humano es por naturaleza egoísta, y como tal, antepone su propio beneficio sobre un interés común. Partiendo de esa base, se puede entender el comportamiento de Cristiano. No se puede dudar del compromiso que tiene el portugués con el equipo, pero ese compromiso viene ligado a que el protagonista y el mayor exponente de los títulos del equipo sea él mismo. Si el Madrid gana y lo hace gracias a su persona, vemos a un Cristiano pletórico que regala sonrisas a diestro y siniestro, pero si el Madrid gana y él no aporta lo que entiende como lo más importante del fútbol, el gol, se va enfadado a casa a pesar de que pueda haber dado tres asistencias.

El ejemplo mas reciente de éste comportamiento se vio el sábado pasado en el Bernabéu. De Cristiano nació la excelente jugada del primer gol de Benzema, pero aparte de eso poca fue la participación del portugués en el ataque. Se le vio fallar pases, disparar a puerta desde cualquier posición y mandar su centésima falta de la liga a las nubes. Todo eso le provocó su ya conocido estado de desesperación. Poco le importaba que el Madrid fuera ganando 4-1, él quería anotar su gol. Para cuando lo consiguió, ya al final del tiempo reglamentario, se negó a celebrarlo junto sus compañeros, tal era el malestar y el enfado que arrastraba por el continuo murmullo del público tras su partido.

Ahora se dice que Cristiano está falto de cariño. Pues bien, la receta es muy simple, que el interés común prevalezca sobre el individual. Esto se consigue dejando a otros compañeros tirar faltas que no sean de tu mejor perfil, pasar el balón sin complicarse antes de hacer bicicletas sin sentido, y sobretodo, ahorrarse gestos de enfado si un compañero no te pasa el esférico o falla al hacerlo. Ronaldo debe de cambiar todo esto si quiere volver a ser balón de oro algún día

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